La lluvia en Semana Santa trae consigo, entre otras cosas, los aplazamientos en
las salidas de las cofradías, algunos lógicos, pero la mayoría no tanto.
Y
claro, cuando tardas en salir, tienes que recuperar ese tiempo perdido. Y
habitualmente se consigue.
Y si
hay riesgo de lluvia al final de tu jornada, tienes que correr para esquivarlo.
Y habitualmente se consigue y se reduce el tiempo de la estación de penitencia.
Con
todos estos silogismos se demuestra que los horarios e itinerarios de las
cofradías son perfectamente revisables.
Que muchos de esos recorridos
kilométricos y extensísimos en tiempo podrían ser recortados sin ningún
problema, algo que seguramente agradecerían –dejémonos de pamplinas– tanto los
machacados cuerpos de nazarenos como la imagen de las hermandades y de la
Semana Santa en general.
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