Alfredo Sánchez Monteseirín recibe a Sevilla Post amigablemente, en la Alcaldía, un despacho que recuerda “frío, casi gélido” el día que llegó y que ahora siente “confortable por los sonidos de la calle”. Uno de ellos, el de la campana del tranvía, se cuela constantemente.
Durante toda la charla le rodea ese halo de quien está de vuelta de muchas cosas, como si ese no fuera ya su sitio.
Cuando se le pregunta si está deseando que llegue el 22 de mayo se sincera y dice estar “incómodo” con esta situación, que, cosas de la política, seguramente en un principio ni él ni el PSOE querían.
Asegura haberse enamorado de la gestión en estos doce años, sólo altera su tono tranquilo cuando se le recuerdan los asuntos por los que se le ha cuestionado en este tiempo y reivindica con cierta vehemencia sus proyectos.
A lo largo de la charla repite constantemente las palabras “transformación” y “modernización”, no puede evitar hablar en pasado incluso de cuestiones actuales y, cuando se refiere a los meses que le quedan en ese lugar, parece que esté mirando las rampas de la Giralda antes de subirlas en una tarde de agosto con el pariente que ha venido de visita mientras todo el mundo está en la playa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario