Zoido estuvo cómodo todo el debate. Se dirigió varias veces al moderador por su nombre – “…verá Javier…”– y miró a sus adversarios cuando se dirigía a ellos personalmente. No evitó la cámara pero tampoco abusó. Planteó discusiones, pero sólo fue seguido al final por Espadas y propició que hubiera algún diálogo. Nunca entró al trapo de las desconsideraciones de Torrijos. Las encajó y las ignoró.
Espadas tampoco rehuyó la mirada a sus compañeros de debate. Miró a la cámara cuando el mensaje no iba dirigido a ninguno de ellos, pero respetuosamente mantuvo la cara al ser inquirido y recibió la misma respuesta. Incluso en un momento sonrió al escuchar a Zoido contar alguna de sus aventuras por los barrios.
Torrijos siempre miró a la cámara. Cuando no se dirigía a nadie del plató –la mayoría del tiempo– porque al otro lado estaban los suyos escuchándole y cuando se refería a Zoido, porque al otro lado estaban los suyos, posiblemente aplaudiéndole.
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